Por el Arzobispo Henry D’Souza
Un día, una pareja estaba discutiendo conmigo sobre sus hijos. Tenían una niña y un niño. Ambos eran brillantes. Sus padres habían hecho un excelente trabajo en su educación. Como padres, la pareja animaba a sus hijos a que fueran cada vez “más alto”. Hacían grandes sacrificios con la esperanza de que sus niños llegaran a lo más alto en sus profesiones. Después de algunos años, de hecho los niños, sí llegaron a lo más alto en sus rendimientos. Sin embargo, la felicidad los esquivaba. Era constante la monotonía, la presión, el sacrificio para alcanzar las metas en sus trabajos. Tenían apenas tiempo para el resto de su familia. La pareja me decía, “A veces, envidiamos a los niños que no son tan brillantes. No sienten ansiedad por hacer más dinero o alimentar tan altas ambiciones, pues son verdaderamente felices. Y también le dan muchas alegrías a sus padres”. Esta historia fue contada por un profesor ante sus alumnos. El profesor entró a la clase y puso sobre la mesa una jarra de peltre. Luego, sacó de su bolso algunas pelotas de golf y llenó la jarra con ellas. Les preguntó a sus alumnos si la jarra estaba llena. Ellos respondieron que sí.
El profesor entonces, tomó algunas canicas de su bolso y comenzó a echarlas dentro de la jarra. Las canicas fueron encontrando sitio y llenaron así las áreas vacías hasta que llegaron hasta arriba. El profesor entonces, les preguntó a sus alumnos si la jarra estaba llena y la clase entusiasmadamente contesto que sí.
El profesor tomó otro envase de su bolso. Era arena. Comenzó a echarla en la jarra y la arena fue llenando las pequeñas grietas y espacios que había entre las pelotas de golf y las canicas y lentamente la jarra fue llenándose de arena desde el fondo hasta la superficie. Entonces a los estudiantes se les preguntó si la jarra estaba llena. A lo que ellos respondieron que sí.
Finalmente, el profesor cogió una taza de café y la echó dentro de la jarra. El líquido fue encontrando su sitio dentro del recipiente y fui justo ahí cuando se terminó la clase.
Entonces, el profesor les dijo. La jarra de peltre es su vida. Las pelotas de golf son las cosas esenciales e importantes de la vida – Dios, familia, salud, amigos. Las canicas son los pequeños valores en nuestras vidas, como nuestro trabajo, nuestro coche, nuestra casa. La arena representa las pequeñas cosas – esas cosas que absorben nuestro tiempo, la mayoría de ellas, sin importancia ni consecuencia alguna, como la televisión, chatear, etc. Entonces, continuó. Es necesario poner primero lo primero en nuestras vidas. Ellas están representadas por las pelotas de golf. Luego, lo secundario, simbolizado en las canicas. Las pequeñas cosas que consumen nuestro tiempo tienen un lugar, pero ellas no deben desplazar a las cosas esenciales. Cuando ponemos en nuestras vidas, primero la arena, queda muy poco espacio para canicas, o para pelotas de golf. Los estudiantes entendieron el mensaje y preguntaron, “¿Y qué significa el café?”. El profesor contestó, “Eso también es muy útil. Representa el tiempo que nos queda después de haber hecho lo esencial para charlar con un amigo, tomando un taza de café”.
Las prioridades en nuestra vida pueden darnos grandes alegrías y paz. La historia trata de un caballero muy exitoso, con un próspero negocio. El dinero venía rápido y en abundancia. Pero él estaba muy ocupado todo el día en sus tiendas, con sus contables, con papeles, con cartas, con facturas, y con muchos otros detalles. Parecía nunca existir tiempo disponible para su esposa e hijos. De hecho, él los veía cada vez menos, por lo que una gran tristeza llenaba su casa, a pesar de la cantidad de dinero que él ganaba. Un día, se sentó con su mujer e hijos y charlaron sobre el negocio y su impacto en su familia. Acordaron que él tendría que hacer tiempo para la familia si quería verdaderamente que haya felicidad. La decisión estaba tomada y el negocio fue vendido. Se compró una finca y comenzó a disfrutar de más tiempo de ocio. Había muchas tareas que hacer, como cuidar de la finca, cultivar la tierra, cosechar la siembra, cuidad de los animales. Sin embargo, su mujer e hijos se volvieron más relajados. La familia tenía, al fin, tiempo para disfrutar de cada uno.
Las correctas perspectivas en nuestras vidas son importantes. Debe haber un lugar para Dios y un lugar para el trabajo. También debe haber algún sitio para uno mismo y la gente más querida y cercana a uno. Un poeta dijo una vez, “¿Qué será de la vida a la que le dedicamos tanto cuidado, si no hay tiempo para parar y disfrutarla?”