Exposicion del Santisimo Sacramento


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Haciendo una reverencia profunda,
ofrece un homenaje a un sacramento tan grandioso.

Aquí está una forma nueva y perfecta de rendir culto;
todo lo antiguo debe de terminar.

Los sentidos no pueden llegar a comprender la maravilla.
La fe debe de servir para compensarlos.

Alabemos y glorifiquemos al Padre.
Bendigamos al nombre que da vida de Su Hijo.

Cantando su divinidad,
su poder, majestad y fama.

Ofreciendo igual veneración
y aclamación a Su Santo Espíritu.
Amen.

 

O salutáris Hóstia. Quae caeli pandis óstium.
Bella premunt hostília; Da robur fer auxiílium.
Uni trinóque Dómino. Sil sempitérna glória:
Qui vitam sine término, Nobis donet in pátria.
Amén.

 

Oh saludable Hostia. Que abres la puerta del cielo:
en los ataques del enemigo danos fuerza, concédenos tu auxilio.
Al Señor Uno y Trino se atribuye eterna gloria:
y El, vida sin término nos otorgue en la Patria.
Amén.

 

 

LA BENDICIÓN
Al final de la adoración, el sacerdote o el diácono se acerca al altar;
hace genuflexión, se arrodilla y se inicia este himno u otro cántico eucarístico:

 

TANTUM ERGO
Tantum ergo Sacraméntum. Venerémur cérnui;
Et antíquum documéntum. Novo cedat rítui;
Praestet fides supplemémentum. Sénsuum deféctui.

Genitóri, Genitóoque, Laus et jubilátio;
Salus, honor, virtus quoque. Sit et benedíctio;
Procédenti ab utróque. Compar sit láudatio.
Amen.
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V.: Panem de caelo praestitìsti eis.
R.: Omne delectaméntum in se habéntem.

Orémus:
Deus, qui nobis sub sacraménto mirábili pasiónis tuae memóriam reliquísti:
tríbue, quáesumus, ita nos córporis et sánguinis tui sacra mystéria venerári,
ut redemptiónis tuae fructum in nobis júgiter sentiámus.
Qui vivis et regnas in sáecula saeculórum.
Amen.

V.: Les diste pan del cielo. (T.P. Aleluya).
R.: Que contiene en sí todo deleite. (T.P. Aleluya).

Luego se pone en pie y dice:

Oremos.
Oh Dios, que en este admirable sacramento nos dejaste el memorial de tú Pasión, te pedimos nos concedas venerar de tal modo los sagrados misterios de tu Cuerpo y de tu Sangre, que experimentemos constantemente el fruto de tu redención. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.