LA LITURGIA DIVINA DE SANTIAGO (12)


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El sacerdote, inclinándose, dice (la embolia o embolismo)

Y no nos dejes caer en la tentación, Señor, Dios de multitudes, que lo sabe todo, más líbranos del maligno y sus obras, y de toda su malicia y astucia, por el bien de tu santo nombre, que ha sido invocado sobre nuestra pequeñez y otorgado sobre nuestra miseria:

(En alto) Tuyo es el reino, el poder y la gloria, Padre, Hijo y Espíritu Santo, ahora y por siempre.

 

Pueblo: Amén

 

Sacerdote: La paz sea con vosotros.

 

Pueblo: Y con tu espíritu.

Inclinemos nuestras cabezas al Señor.

 

Pueblo: A Ti oh Señor.

 

El sacerdote ora: Oh Señor, nosotros tus siervos hemos inclinado la cabeza sobre tu santo altar, esperando la gran clemencia de Ti.

Envía pues, oh Señor, tu inmensa gracia y bendiciones sobre nosotros y santifica nuestras almas, cuerpos y espíritus, que nos hagamos dignos transmisores y participantes de tus santos misterios, para el perdón de nuestros muchos pecados y para la vida eterna:

(En alto) Puesto que eres digno de adoración y glorificación, Dios nuestro, tu Unigénito y tu Espíritu Santo, ahora y siempre.

 

Pueblo: Amén.

 

El sacerdote dice en alto: Y la gracia y clemencia de la santa, consustancial, no creada y digna de adoración Trinidad, esté con todos nosotros.

 

Pueblo: Y con tu espíritu.

 

Diácono: En el temor de Dios, prestemos atención.

El sacerdote dice en secreto: Oh santo Señor, santifícanos por la palabra de tu gracia y por la venida de tu Santo Espíritu, porque tú Señor, has dicho, “sereis santos, puesto que yo soy santo....”

Oh Señor Jesucristo, incomprensible Palabra de Dios, uno en sustancia con el Padre y el Espíritu Santo, eterno e indivisible, acepta este himno puro, junto con tu santo e incruento sacrificio, del querubín, del serafín y de mi, un pecador, llorando y diciendo...

Eleva las ofrendas y dice en alto:

Las cosas santas, a lo santo.

 

Pueblo: Uno es santo, uno es Señor: Jesucristo, a la gloria de Dios Padre, para quien la gloria sea para toda la eternidad.

 

Diácono: Para la remisión de nuestros pecados, la propiciación de nuestras almas y por toda alma en tribulación y dolor, con necesidad de misericordia y socorro de Dios y por la vuelta de los que han errado, la curación de los enfermos, la liberación de los cautivos, el resto de nuestros padres y ancestros, junto con los hermanos que se han dormido antes que nosotros:

Digamos todos fervientemente, Señor ten piedad.

 

Pueblo: (12 veces) Señor ten piedad.

 

A continuación, el sacerdote parte el pan santificado, sosteniendo la mitad en su mano derecha y la otra mitad en su izquierda. Moja la primera en el caliz, diciendo:

La unión del santo cuerpo y preciosa sangre de nuestro Señor, Dios y Salvador, Jesucristo.

Luego hace la señal de la cruz sobre el pan santificado de su mano izquierda, y luego con la que ha hecho la señal, la otra mitad. A continuación comienza a dividir el pan santificado y a dejar un trozo en cada caliz, diciendo:

Ha sido hecho uno, santificado, hecho perfecto, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, ahora y por siempre.

Y cuando hace la señal de la cruz sobre el pan, dice: Contemplar el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo, sacrificado por la vida y la salvación de todos.

Y mientras pone un trozo en cada caliz, dice:

Un santo trozo de Cristo, lleno de la gracia y la verdad del Padre y del Espíritu Santo, para quien sea la gloria y el poder, por toda la eternidad.

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A continuación, comienza a dividir el pan santificado, diciendo:

El Señor es mi pastor, nada me falta, en verdes praderas....etc....Luego: Bendeciré al Señor siempre etc...

 

Luego: Te ensalzaré, mi Dios, mi rey etc....

Luego: Alabemos al Señor, todas las naciones etc...

 

Diácono: Padre, pronuncia la bendición.

 

Sacerdote: El Señor os bendiga y os mantenga sin condenación para la comunión de sus ofrendas, ahora, siempre y por siempre.

Los cálices son llenados para la santa comunión.

Cuando se llenan, el diácono dice: Padre pronuncia la bendición.

El sacerdote dice: El Señor os bendiga y os haga dignos, por el santo contacto de nuestros dedos, al coger el carbón ardiente de Cristo, y ponerlo en las bocas de los creyentes, para la purificación y renovación de vuestras almas y cuerpos, ahora y siempre.

 

Entonces: Prueba y ve que el Señor es bueno; que en el hay varias partes pero no está dividido, distribuido a los que tienen fe, pero no consumido, para la remisión de los pecados y la vida eterna, ahora, siempre y por siempre.

 

Diácono: Cantemos en la paz de Cristo:

 

Coro: ¡Probad y ved que el Señor es bueno!

El sacerdote dice la oración previa a la comunión: Oh Señor, nuestro Dios, Tú que eres el pan del Cielo, la Vida del universo, he pecado contra el Cielo y ante ti, no soy digno de participar en tus puros misterios, pero como un Dios piadoso, sin condenación por tu gracia, hazme digno de participar en tu santo cuerpo y preciosa sangre, para la remisión de los pecados y la vida eterna.

El sacerdote recibe la comunión. A continuación la distribuye al clero, luego el diácono lleva las patenas y los cálices para dar la comunión al pueblo.

 

El diácono dice: Padre, pronuncia la bendición.

 

El sacerdote contesta: Gloria a Dios que ha santificado y santifica a todos.

 

El diácono dice: Seas exaltado oh Dios, sobre los cielos y tu gloria sobre toda la tierra, pues tu reino lo es para toda la eternidad.

 

El sacerdote dice: Bendito sea el nombre del Señor nuestro Dios para siempre.

 

Diácono: En el temor de Dios y en fe y amor, acercaos.

 

Pueblo: Bendito el que viene en el nombre del Señor.

Aquí los laicos reciben la comunión.

Cuando deja la patena sobre la mesa, el diácono dice:

Padre, pronuncia la bendición.

 

Sacerdote: Salva a tu pueblo, Señor y bendice tu heredad.

 

El sacerdote otra vez: Gloria a nuestro Dios, que nos ha santificado a todos.

Y cuando ha puesto el caliz sobre la mesa santa, dice: Bendito sea el nombre del Señor por toda la eternidad.

 

El diácono y el pueblo dicen: Llena nuestras bocas con tu alabanza, oh Señor y llena nuestros labios de alegría, que cantemos tu gloria y tu grandeza, todo el dia.

Y otra vez: Te damos gracias a ti, oh Cristo nuestro Dios, que nos has hecho dignos de tomar tu cuerpo y tu sangre, para la remisión de nuestros pecados y la vida eterna. En tu bondad y amor, te rogamos nos mantengas sin condenación.

 

La oración del incienso en la última entrada:

Te damos gracias, Salvador y Dios de todo, por las incontables cosas buenas que nos has dado, por la participación en tus santos y puros misterios y te ofrecemos este incienso en oración:image

Mantennos bajo la sombra de tus alas y consideranos dignos hasta nuestro último suspiro de participar en tus santos ritos, para la santificación de nuestras almas y cuerpos y por la herencia del reino de los cielos:

Pues Tú, oh Dios, eres nuestra santificación y elevamos oraciones y gracias a ti, Padre, Hijo y Espíritu Santo.

El diácono ora en la entrada: Gloria a ti, gloria a ti, gloria a ti oh Cristo rey, unigénito del Padre, pues nos has considerado a tus pecadores e indignos siervos, dignos de disfrutar de tus puros misterios, para la remisión de los pecados y la vida eterna, ¡gloria a ti!

Y cuando ha hecho la entrada, dice:

Otra vez, otra vez y siempre, oremos al Señor.

Que la participación en sus santos ritos nos sirva para alejarnos de toda maldad, como apoyo para el viaje a la vida eterna y para la comunión y ofrenda del Espíritu Santo. Oremos.

 

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