La Oblación
El sacerdote: Recordando por tanto, sus sufrimientos dadores de vida, su cruz salvadora, su muerte, su enterramiento, su resurrección al tercer dia, su gloriosa ascensión a los cielos, sentado a tu derecha, oh Dios, y su segunda, gloriosa e imponente aparición, cuando venga en gloria a juzgar a los vivos y a los muertos y dé a cada uno según sus obras.
Nosotros pecadores, te ofrecemos oh Señor, este santo e incruento sacrificio, suplicando que no nos des de acuerdo con nuestros pecados e iniquidades, sino que, en tu misericordia y amorosa bondad, no realices la sentencia justa contra nosotros, y nos concedas tus celestiales y eternos dones, que ojo no ha visto y oreja no ha oido y que no ha entrado en el corazón del hombre, los dones que Tu has preparado para los que te aman y no rechaces oh amorosísimo Señor, por el bien de la gente o por el de mi pecado. Luego dice tres veces: Tu pueblo y tu Iglesia te suplican:
Pueblo: Ten piedad de nosotros oh Dios nuestro Señor
Otra vez dice el sacerdote (La invocación): Ten piedad de nosotros Dios omnipotente. Ten piedad de nosotros oh Dios nuestro salvador. Ten piedad de nosotros de acuerdo con tu gran misericordia y envía sobre nosotros y sobre estas ofrendas, tu Espíritu Santo.
Luego ora inclinando su cabeza: Tu soberano y dador de vida Espíritu, que se sienta en el trono contigo, oh Dios nuestro Padre y con tu único Hijo, el Espíritu que habló en la Ley y los profetas y en tu Nuevo y eterno testamento, que descendió en forma de paloma sobre nuestro Señor Jesucristo en el rio Jordán y se posó sobre El, que descendió sobre tus apóstoles en forma de lenguas de fuego en el cuarto superior, en la santa y gloriosa ciudad de Zion, el dia de Pentecostés, envíanos tu santo Espíritu sobre nosotros y sobre estas santas ofrendas. Incorporándose reza en alto: Que en su venida y por su santa, buena y gloriosa aparición, santifique este pan y lo convierta en el cuerpo de Cristo.
Pueblo: Amen.
Sacerdote: Y este caliz, la preciosa sangre de Cristo.
Pueblo: Amén.
El sacerdote, solo, permanece de pie: Todos los que los reciban, lo hagan por la remisión de los pecados, por la vida eterna, para la santificación de sus almas y cuerpos, para merecer el fruto de los buenos trabajos, para el establecimiento de tu Santa Iglesia Católica, que tu fundaste en la roca de la fe, y las puertas del infierno no prevalecerán junto contra ella, y para evitar a la Iglesia herejías y escándalos y de aquellos que trabajan con injusticia, guardándola y santificándola hasta el fin de los tiempos. Y habiéndose inclinado, reza: Tambien te presentamos estas ofrendas a Ti también, oh Señor, por los santos lugares, que tu has glorificado con la aparición divina de tu hijo Jesucristo. Y por la visita de tu Santo Espíritu, especialmente para el glorioso Sión, la madre de todas las iglesias y por tu Santa, Iglesia Católica y apostólica, por todo el mundo. Ahora, oh Señor, otorgale las ricas ofrendas de tu Santo Espíritu. Recuerda oh Señor, también a nuestros santos padres y hermanos, los obispos y presbíteros del mundo, que con fe comparten y distribuyen la palabra de tu verdad. Recuerda así mismo, oh Señor, cada ciudad, cada pais, y aquellos de verdadera fe viviendo en ellos, concedeles paz y seguridad. Recuerda, oh Señor, a todos los cristianos navegantes, de viaje, y a aquellos viviendo en tierras extrañas, a nuestros hermanos sufriendo lazo, prisión, cautividad, persecución y exilio, y todos aquellos que trabajan en duras condiciones, bajo tortura y esclavitud. Recuerda, oh Señor, a los enfermos y afligidos y aquellos molestados por espíritus sucios, concediéndoles rapida libertad y cura tuya. Oh Dios y para su salvación. Recuerda oh Señor, a toda alma cristiana en aflicción y dolor, necesitando tu compasión y socorro, Oh Dios y concede la vuelta a los emigrantes. Recuerda oh Señor, a nuestros Padres y Hermanos a tu servicio, esforzándose y cumpliendo con su ministerio hacia nosotros, por el amor de tu nombre santo. Recuerda todo oh Señor, para bien. Ten piedad de todo. Oh Señor, reconciliate con todos nosotros. Da paz a las multitudes de tus gentes. Quita escándalos, lleva las guerras a su final. Haz que acabe el crecimiento de las herejías y concedenos tu paz y amor, oh Dios y Salvador, esperanza de todos los fines de la tierra.
Acuérdate de nosotros, oh Señor, y concédenos buen tiempo, tranquilas lluvias, benéficos rocios, abundancia de frutos, y corona el año con tu bondad, puesto que los ojos de todos están puestos en ti y Tu nos das la comida en tiempo oportuno. Abres tu mano y llenas a cada ser viviente con alegría.
Acuérdate oh Señor de aquellos que dan frutos y trabajan en el santo servicio de tu Iglesia y de aquellos que se acuerdan de los pobres, las viudas, los huérfanos, los extranjeros y los necesitados y todos los que nos han pedido que les recordemos en nuestras oraciones. Es mas, recuerda a aquellos que han traido estas ofrendas hoy a tu santo altar y cada una de sus intenciones y sus pensamientos. También recuerda a todos aquellos que te acabamos de recomendar. Acuérdate de mi también oh Señor, tu humilde y nada provechoso siervo, de acuerdo con la multitud de tus misericordias y la magnitud de tu compasión. Recuerda así mismo a los diáconos que rodean tu santo altar y dales por la gracia, una vida sin culpas, mantén su ministerio sin faltas y adquiere para ellos una buena y santa vida, que encontremos misericordia y gracia, con todos los santos que te han estado contentando desde el comienzo del mundo, de generación en generación, nuestros padres los patriarcas, los profetas, apóstoles, mártires, confesores, maestros, santos y cada espíritu justo hecho perfecto en la fe de Cristo.
A continuación el sacerdote ora en alto:¡ Dios te salve en las alturas, nuestra santa, pura, bendita, gloriosa Señora, la madre de Dios y siempre virgen María!
Todos: Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo, bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, pues llevaste al Salvador de nuestras almas.
Coro: Justo es bendecirte, la que llevó a Dios, la siempre bendecida y sin pecado Madre de Dios, más honorable que el querubín e incomparablemente más gloriosa que el serafín. Tu que llevaste con pureza a Dios, la palabra, verdadera madre de Dios, te magnificamos.
Coro otra vez: En ti, gran favorecida, se regocija toda la creación, la multitud de ángeles y la especie humana: Templo santificado, nuestro paraiso espiritual, orgullo de vírgenes, de quien Dios se hizo carne y en quien nuestro Dios, que existió antes de toda la eternidad, se hizo un niño pequeño. Hizo de tu seno su trono, y tu pecho mas capaz que los cielos. En ti, gran favorecida, toda la creación se regocija. Gloria a Ti.
Diácono: Acuérdate de nosotros, oh Dios nuestro Señor.
El sacerdote inclinándose dice: Acuérdate oh Señor nuestro Dios, de los espíritus de los justos, de todos los que viven que hemos presentado ante Ti y de todos los que no hemos conocido u olvidado mencionar, que son de la fe verdadera, desde el bueno Abel hasta nuestros dias, dales descanso en la tierra de su deseo, en tu reino, en la alegría del paraiso, en el seno de Abraham y de Isaac y de Jacob, nuestros santos padres, donde el dolor, aflicción, y lamentaciónes han desaparecido: Allí donde la luz de tu semblante cae sobre ellos, y los ilumina para siempre. Haz el fin de nuestras vidas cristiano, aceptable, sin culpa, y pacífico, oh Señor, juntándonos en la compañía de tus elegidos, cuando quieras y como quieras, solamente sin nuestra vergüenza y transgresiones, a través de tu único Hijo, nuestro Señor y Dios y Salvador, Jesucristo, porque es el único sin pecado que ha venido a la Tierra.
Diácono: Oremos: Por la paz y y seguridad del mundo entero y de las santas iglesias de Dios y por la intenciónes por las que cada uno ha hecho esta ofrenda hoy , según su deseo, por todos los que se encuentran ante Ti aquí, y por todos los hombres y mujeres.
El sacerdote dice en alto: Por lo cual, para ellos y para nosotros, en tu bondad y amor:
Pueblo: Perdona, excusa, dispensa, oh Dios, nuestros ofensas, voluntarias e involuntarias, de palabra o de obra, con conocimiento o con ignorancia, de noche o de dia, de pensamiento o intención, en tu bondad y amor, perdónalas todas.
Sacerdote: A través de la gracia, compasión, y amor de tu único Hijo, con quien eres bendecido y glorificado, junto con tu santo, bueno y dador de vida, Espíritu, ahora, siempre y por toda la eternidad.
Pueblo: Amén.
Sacerdote: La paz sea con vosotros:
Pueblo: Y con tu espíritu.
Diácono: Otra vez y siempre, en paz, oremos al Señor: Por las santas ofrendas presentadas aquí al Señor Dios, santificadas, preciosas, celestiales, puras, gloriosas, de las que no hay palabras, reverenciales y divinas; oremos: Que el Señor nuestro Dios habiendolas recibido graciosamente sobre su santo altar, por encima de los cielos, como una dulce y espiritual fragancia, envíe sobre nosotros en respuesta la gracia divina regalo de su Espíritu Santo. Oremos: Habiendo rezado por la unidad de la fe y la comunión de su santo y adorable Espíritu, encomendémosnos, a cada uno y toda nuestra vida a Cristo nuestro Dios.
Pueblo: A ti oh Señor.
El sacerdote reza: Oh Dios y Padre de nuestro Salvador Jesucristo, eres el Señor glorioso, la Esencia bendita, la Bondad generosa, el Dios y Soberano de todo, bendecido por toda la eternidad, sentado sobre el querubín, glorificado por el serafín, delante del que están miles de miles y diez mil veces diez mil multitudes de ángeles y arcángeles: Tu has aceptado estas ofrendas, regalos y frutos traidos a Ti como dulce y espiritual fragancia y has aceptado santificarlos y hacerlos perfectos, oh bondadosísimo, por la gracia de tu Cristo y la presencia de tu Espíritu Santo.
Santifica oh Señor Padre eterno, también nuestras almas, cuerpos y espíritus y toca nuestro entendimiento, busca nuestra consciencia y arroja de nosotros imaginación diabólica, todo sentimiento impuro, todo deseo infame, todo pensamiento indigno, toda envidia, vanidad e hipocresía, toda mentira, engaño, afección mundana, toda codicia, vanagloria, indiferencia, vicio, toda pasión, ira, malicia, toda blasfemia, toda actuación de la carne o del espíritu que no esté de acuerdo con tu voluntad santa:
(En alto) Y considéranos respetables, oh amoroso Señor, con fuerza, sin condenación, en un corazón puro, con espíritu contrito, sin una cara avergonzada, con labios santificados, dignos de llamarte el Santo Dios, Padre en el cielo, y decir...
Pueblo: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre.....etc....
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