Carta a un sacerdote

 

Querido colaborador de Cristo, Padre....


Usted ha dicho "sí" a Jesús y Él le ha tomado la palabra. La palabra de Dios se hizo Jesús, un pobre. De ahí, ese terrible vacío que usted experimenta. Dios no puede colmar lo que está lleno, sólo puede llenar lo vacío - la pobreza profunda - y su "sí" es el comienzo, el empezar a vaciarse. Realmente el asunto no está en cuánto "tenemos" que dar, sino en cuan vacíos estemos, de modo que le podamos recibir plena­mente en nuestra vida, dejándole vivir su vida en nosotros. Él, hoy, quiere revivir en usted su completa sumisión a su Padre; permítale hacerlo. Lo que importa no es lo que usted sienta, sino lo que Él siente en usted. Aparte los ojos de sí mismo y gócese de no tener nada - de que usted no es nada - de que no puede hacer nada. Dele a Jesús una gran sonrisa, cada vez que su nada le asuste. Esta es la pobreza de Jesús. Tanto usted como yo debemos permitirle vivir en nosotros y, a través de nosotros, en el mundo. Adhiérase a nuestra Señora, puesto que ella también, antes de que pudiera estar llena de gracia llena de Jesús - tuvo que pasar por esa oscuridad: "¿Cómo puede ser esto...?" Pero en el mismo momento en que dijo "sí", se fue presurosa a llevar a Jesús a Juan y a su familia. Siga llevando a Jesús a su gente no con palabras, sino con su ejemplo, por su enamoramiento de Jesús, irradiando su santidad y esparciendo su fragancia amorosa por dondequiera que vaya. Que su fuerza sea la alegría de pertenecer sólo a Jesús, feliz y en paz, acepte cualquier cosa que Él le dé, y dele cualquier cosa que Él tome con una gran sonrisa. Usted le pertenece. - Dígale "soy tuyo" y si me hicieras pedacitos, cada pedazo sería solamente y todo tuyo. Deje que Jesús sea la víctima y el sacerdote en usted. He comenzado a visitar nuestras casas en la India - así que dispongo de unos ratos preciosos a solas con Jesús en el tren.

Rece por mí como yo lo hago por usted.

Suya en Jesús,